Hay un conjunto de afectos que se activan cuando se habla de La Habana. Dependiendo de quién la menciona, la anda o la canta, se manifiesta una nube de melancolías, anhelos, asombros, ansiedades, curiosidades, resentimientos, posiciones políticas, tristezas, alegrías y desdenes. No es que en la relación con otras ciudades el afecto no esté presente, pero es que en La Habana la intensidad es ineludible, incluso, para los más ajenos.
noviembre 19, 2019